- Descubre cómo la calabaza se convierte en protagonista del otoño, con usos que van de la mesa al hogar.
- Consejos prácticos, curiosidades y ejemplos locales para disfrutar de este fruto en Alcalá y más allá.
El otoño llega cargado de colores cálidos, tardes más cortas y un alimento que, desde hace siglos, acompaña a las despensas: la calabaza. Este fruto, con su característico tono anaranjado, se asocia tanto a la cocina tradicional como a las celebraciones populares que marcan el calendario en muchas regiones del mundo.
En la península ibérica, la calabaza ha sido ingrediente de pucheros y guisos desde hace generaciones. En Alcalá de Henares, no es raro verla en los puestos de los mercados municipales cuando llega octubre, lista para transformarse en cremas reconfortantes o en dulces típicos de temporada. Pero la calabaza no se limita al plato: su uso en decoración y en celebraciones como Halloween o el Día de Todos los Santos demuestra su versatilidad cultural.
Aprovechar la calabaza no solo es una cuestión de tradición, también lo es de sostenibilidad. Se trata de un producto de proximidad que ofrece vitaminas, minerales y un sinfín de posibilidades creativas, tanto en la mesa como en el hogar. Veamos cinco formas de sacarle partido en estos meses de otoño.
1. La calabaza en la cocina tradicional
La cocina española ha encontrado en la calabaza un ingrediente indispensable para los meses fríos. Las cremas son quizás la forma más popular de disfrutarla: basta combinarla con zanahoria, puerro y un chorrito de aceite de oliva para conseguir un plato reconfortante, bajo en calorías y muy nutritivo.
Además de las cremas, la calabaza es habitual en potajes y guisos que se sirven en pueblos de Castilla o La Mancha. Su dulzor natural suaviza el sabor de las legumbres y equilibra recetas contundentes. En Alcalá, muchos hogares la incluyen en recetas de cuchara cuando llegan los primeros fríos de octubre y noviembre.
2. Repostería y dulces de temporada
La faceta más golosa de la calabaza se descubre en la repostería. El bizcocho de calabaza, esponjoso y aromático, se ha convertido en un clásico en muchas cocinas. También se utiliza para rellenar empanadillas dulces o en compotas que acompañan desayunos y meriendas.
Un ejemplo curioso es el “cabello de ángel”, elaborado a partir de una variedad concreta de calabaza, la cidra. Este relleno se usa desde hace siglos en tartas, hojaldres y rosquillas, algunas de ellas muy presentes en la Comunidad de Madrid. En Alcalá, las pastelerías suelen ofrecer versiones otoñales de sus dulces con un toque de calabaza.
3. Decoración en el hogar y en las fiestas
Más allá de la cocina, la calabaza ha encontrado un lugar privilegiado en la decoración. Su forma redondeada y sus tonalidades anaranjadas la convierten en un elemento perfecto para centros de mesa, arreglos florales y rincones temáticos de otoño.
En los últimos años, la influencia de Halloween ha popularizado el tallado de calabazas, especialmente entre los más pequeños. Sin embargo, la tradición decorativa con este fruto no es nueva: en muchas zonas rurales de España se vaciaban calabazas para hacer faroles que iluminaban las noches de difuntos. Una práctica que conecta la modernidad con las costumbres más antiguas.
4. Nutrición y salud: un alimento completo
La calabaza no es solo versátil, también es muy saludable. Rica en fibra, vitamina A y antioxidantes, ayuda a fortalecer el sistema inmunológico y favorece la digestión. Su bajo aporte calórico la convierte en un aliado perfecto para quienes quieren cuidar su dieta sin renunciar al sabor.
Comparada con otras hortalizas de temporada, la calabaza destaca por su capacidad de adaptarse tanto a platos salados como dulces. En los menús escolares de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, suele aparecer en cremas y purés por su facilidad de aceptación entre los niños. Además, sus semillas tostadas son un snack natural con grasas saludables y minerales como el zinc.
5. Tradiciones, cultura y sostenibilidad
La calabaza también forma parte de la identidad cultural de muchos pueblos. En España, se ha utilizado en celebraciones de difuntos, en concursos de huertos y en mercados de otoño. Alcalá de Henares, con su tradición agrícola en la vega del Henares, no es ajena a este vínculo con la tierra.
Desde un punto de vista sostenible, aprovechar la calabaza implica reducir desperdicios. Se puede consumir prácticamente todo: la pulpa en recetas, las semillas como aperitivo y la piel en caldos. Incluso los restos del tallado decorativo pueden transformarse en compost. En tiempos donde se valora la economía circular, la calabaza representa un ejemplo perfecto de aprovechamiento integral.
La calabaza es mucho más que un fruto de temporada: es símbolo de otoño, de tradición y de creatividad. Desde las recetas más humildes hasta los adornos que alegran las casas, pasando por su valor nutricional y cultural, este alimento demuestra que la sencillez puede tener múltiples capas de significado.
En Alcalá y en tantas otras ciudades, su presencia en mercados y hogares cada otoño es una invitación a conectar con lo cercano, con lo que nutre y con lo que decora. Y quizá ahí resida su auténtica magia: en recordarnos, año tras año, que el otoño tiene un sabor y un color propios, y que ambos caben en una calabaza.