- Tras la alarma vecinal, el Ayuntamiento ha intervenido con tratamientos preventivos y eliminación de nidos en las zonas más afectadas.
- La proliferación de la oruga procesionaria se ha adelantado este año debido a las altas temperaturas, aumentando el riesgo para niños y mascotas.
Desde hace semanas, los vecinos de varios barrios de Alcalá de Henares venían alertando sobre la proliferación de la oruga procesionaria en zonas arboladas y parques infantiles. La inquietud creció especialmente en El Olivar y el Ensanche, donde la presencia de estos insectos había generado preocupación por los riesgos para niños y mascotas.
Tal y como ya avanzamos en El Complutense, en nuestras informaciones sobre la situación en El Olivar y en el Parque de los Jesuitas, en el Ensanche, la presencia de estos insectos había sido motivo de quejas vecinales. Ahora, el Ayuntamiento ha puesto en marcha una campaña para controlar la plaga y reducir los riesgos en la ciudad.
La proliferación de la oruga procesionaria no es un fenómeno nuevo en Alcalá de Henares. Vecinos de barrios como El Olivar llevan años denunciando su presencia y exigiendo medidas más contundentes. «Creía que este barrio se llamaba El Olivar, no El Pinar», comentaba irónicamente un residente en referencia a la gran cantidad de pinos plantados en la zona de Las Sedas, lo que ha favorecido la expansión de esta plaga.
Por su parte, padres y madres de alumnos del colegio San Ignacio de Loyola en el Ensanche han mostrado su preocupación por la proximidad de los nidos a las áreas de recreo infantil. «Nos preocupa especialmente porque está justo enfrente del colegio y hay niños que juegan en la zona. No es seguro para ellos ni para quienes tenemos mascotas», señalaba una vecina del barrio.
El Ayuntamiento ha llevado a cabo 675 tratamientos preventivos mediante endoterapia, un método que consiste en inyectar productos fitosanitarios directamente en el tronco de los árboles afectados. Esta técnica, utilizada en áreas donde se han detectado mayores concentraciones de orugas, es efectiva, aunque debe aplicarse con control para evitar daños en los árboles.
Además, se han realizado 900 actuaciones de eliminación de nidos en árboles accesibles, priorizando parques infantiles, áreas caninas y plazas con bancos, donde el contacto con las orugas puede representar un mayor peligro. Según los datos municipales, la ciudad cuenta con un inventario de 3.931 pinos y 580 cedros, especies especialmente vulnerables a esta plaga.
El concejal de Medio Ambiente, Vicente Pérez, ha destacado el trabajo realizado: «Estamos actuando intensamente para mitigar los efectos de esta plaga, que se hace más intensa debido a las condiciones climatológicas y la ausencia de depredadores naturales como el gorrión». Según explica, la expansión de especies como la cotorra argentina está afectando el equilibrio ecológico, facilitando la propagación de la oruga procesionaria en zonas donde antes no se detectaban.
El ciclo de la oruga procesionaria se ha visto alterado en los últimos años debido a las temperaturas más cálidas. Antes era habitual que los insectos descendieran de los árboles en marzo o abril, pero ahora ya pueden observarse en febrero, lo que ha incrementado la preocupación en zonas urbanas.
En esta línea, los agentes forestales de la Comunidad de Madrid han confirmado que la proliferación de la oruga procesionaria está directamente vinculada al aumento de las temperaturas. «Es ahora, con el aumento de las temperaturas, cuando comenzamos a ver a la procesionaria en los pinares de la Comunidad de Madrid», explican. Además, han detallado que «sus larvas se alimentan de las acículas de los pinos y, una vez que completan su estado larvario, que pasa por cinco estadios, proceden a descender por los árboles».
Este descenso, que es cuando la oruga se vuelve más visible en parques y jardines, supone el mayor riesgo para la población. «Hay que tener especial cuidado en caso de niños pequeños y perros, ya que los pelos de la oruga son altamente urticantes y pueden provocar reacciones alérgicas severas«, advierten los expertos.
«Para actuar sobre esta plaga trabajamos con dos mecanismos», señala Pérez. «Por una parte, aplicamos endoterapia, un tratamiento químico que dura dos años y protege los árboles impidiendo que las orugas completen su ciclo de vida. Por otra, eliminamos los nidos visibles, actuando especialmente en colegios, zonas infantiles y parques con gran afluencia pública».
Héctor de Dios, encargado de Licuas, la empresa que realiza los trabajos de control, explica que los tratamientos se han centrado en «zonas verdes, parques, áreas caninas y juegos infantiles para mitigar la plaga». Según detalla, «la endoterapia consiste en realizar pequeños taladros en el árbol, a través de los cuales se inyecta un compuesto que es absorbido por la savia. Al alimentarse de esta, las orugas mueren, minimizando los daños sin afectar la salud del árbol».
Los pelos urticantes de la oruga procesionaria pueden causar irritaciones cutáneas, reacciones alérgicas y problemas respiratorios en personas sensibles. En los perros, el contacto con estos insectos puede derivar en inflamaciones severas y, en los casos más graves, necrosis en la lengua. Por ello, desde el Ayuntamiento recomiendan evitar el contacto con las orugas y sus nidos, especialmente en las zonas donde han sido detectadas.
A los propietarios de mascotas se les aconseja mantener a los perros con correa y supervisar su comportamiento en áreas de riesgo. En caso de contacto con los pelos urticantes, los expertos recomiendan lavar la zona afectada con agua templada y acudir rápidamente a un centro médico o veterinario si aparecen síntomas.
El Ayuntamiento insiste en la importancia de la prevención y la colaboración ciudadana para minimizar los riesgos. La combinación de actuaciones preventivas, vigilancia municipal y concienciación ciudadana serán claves para controlar su impacto en la ciudad.